¡Menudo chapuzón!: Protección de datos y derecho a la imagen en la piscina.

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¿Cómo? ¿Qué la protección de datos y el derecho a la imagen también me puede afectar cuando con este insoportable calor vaya a la piscina a darme un chapuzón? ¿Seguro? Déjenme que les cuente una historia, en la que seguramente se van a ver reflejados.

Echemos la vista atrás unos meses y comencemos con una anécdota previa. Era el día de la clase de padel de prueba, para ver si me gustaba el profesor. Antes de empezar me ofrecieron una hoja, para dar los datos, y “tachán…tachán”…una casilla solicitando el consentimiento para publicar las fotos del entreno en el Facebook.

Respuesta: no. Tira y afloja con la de la puerta de entrada…”Pues te lo marco yo”. “Te he dicho que no, a mí ni una foto, y menos para el Facebook. El resto que haga lo que quiera”. Al final se impone el no, eso sí, recibiendo algún improperio del tipo “el rarito del Facebook”. Menos mal, que el que iba detrás de mi, también dijo que no. Minipunto para la privacidad.

Tras esta breve introducción pasemos al tema de la piscina, que es cubierta durante todo el año, pero en verano se descubre. Durante todo el año, 10 baños a consumir en tres meses, 50 euros. En verano, alguien ha tenido la brillante idea de que cueste 50 euros cada mes, pudiendo ir las veces que consideres necesario.

Era tan bonito, esto del precio, que debía tener truco. Así, al primer día al entrar, te ponen una pulsera, para que no se cuele nadie, y te escriben nombre y apellidos en la misma. ¿Cómo? Ante esta situación se plantean dos posibles soluciones:

a.- Ir a hablar con el responsable o gerente, o nombre del cargo que le hayan puesto. Como vas con prisa, y piensas que vas a perder el tiempo, optas por la segunda opción. Total, la de la puerta cumple órdenes y tampoco le vas a decir nada.

b.- Te quitas la pulsera, y la escondes debajo de la toalla. Y si pregunta el socorrista, se la enseñas. A ser posible, por la parte que no viene ningún tipo de identificación. ¿O es que para nadar unos largos tienen que saber cómo te llamas cuándo ya has pasado el control previo enseñando que has pagado el mes?

Afortunadamente, esta identificación con nombre y apellidos en la pulsera no duró ni tres días. Minipunto para la privacidad. Ya tenemos un punto.

Vas a empezar los largos. Oteas la piscina y ves que las cosas han cambiado. Antes, de chavalín, nada más entrar ibas a tirarte haciendo “la bomba”. Y punto. Nadie se llevaba una cámara de fotos, alguna excepción si acaso. Hoy hay “bomba”, pero con la madre, padre o amigos, haciendo la foto del “bombazo”. Es importante no salir. Tú no quieres.

El uso social puede amparar las fotos en las que salgan terceros en algunas circunstancias. Más dudoso en una piscina. Y además, barruntas que acabarán en Facebook o similares.

Dicen que es difícil salir de Internet. Esta frase no está actualizada. Lo complicado es no salir en Internet.

Además, ¿Pero cómo van a publicar una foto mía en el Facebook con mis “lorzas”? Como decía un amigo mío, “mas que “lorzas” son músculos en potencia”. Y tenía toda la razón.

Esto no pasaba durante el invierno. La piscina era sólo de nado. Ahora parte nadar, parte disfrute. Curioso, pero en invierno hay menos injerencia para la privacidad. Y para mi imagen.

En invierno te libras de aparecer en cualquier foto mientras estás en la piscina, salvo los días que hay competición y están padres y madres sacando fotos a sus hijos. A saber dónde acabarán. Pero tú ese día no vas.

Puedes esquivar las fotos. Más o menos. Pero la cosa se puede complicar más. ¿Y si me están grabando? Ni me estoy enterando. Incluso, con alguna aplicación, me pueden estar retransmitiendo en la red.

Queda una solución. El camuflaje. Curiosa piscina, que en invierno obliga a usar gorro y en verano no. Será por el calor. ¿O va la gente más limpia en verano? Hay que ponerse el camuflaje: gafas + gorro. Es la única opción. Y si le añades esa toalla de 2×2 cuando sales del agua, beduino total. Lo llaman “Privacidad por diseño”.

Y así, de tal guisa, hasta que abandones el recinto.

Llegas a casa. Te pones a reflexionar. Protección de datos, derecho a la imagen. Parece que la sociedad está demandando otra cosa. ¿No seré yo el que está equivocado?

Suena en mi cabeza “Rejoice” de U2:

And what am I to do?
Just tell me what am I supposed to say?
I can’t change the world
But I can change the world in me. 

Foto: Jean Claude Moton


Un comentario

  1. Amedeo Maturo Senra
    17 de julio de 2015 @ 13:45

    Refrescante post!!!
    Amedeo Maturo Senra

    Responder

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